Estoy tan harto de amarla...
Harto de no
dejar de suspirar,
De desear
una estrella fugaz para pedir un roce de su cuerpo…
Tan harto de
esperar su llamado…
Esperar que
deje a su amado…
Estoy al
borde de este precipicio donde mis ganas de besarla intentan volar hasta el
nido que se esconde tras sus labios, y ahí esperar la muerte…
Estoy tan harto
de amarla…
De buscarla
en el viento,
De contar
los segundos,
Del solo
intento de mirarla…
Y aunque
estoy al borde de la locura no quiero dejarla…
No quiero
dejar de ver sus ojos en los tiritares celestes del infinito…
Ni de
percibir su fragancia en las rosas rojas que crecen junto el dolor de algún desolado
desierto…
Estoy tan harto
de amarla
Pero no lo dejaría
de hacer por nada ni nadie…
Ni por su
desprecio…
Ni por el
hombre que la aborda en sueños…
Que me
llamen idiota masoquista del sentimiento…
Pero amarla
cada segundo jamás lo dejare de hacer…
Aunque llore
cada noche, en la mañana veo el rocío y recuerdo su cuerpo,
Y las aves
entonan su ritmo atroz que mueven las mariposas en mi pecho y viajan impetuosas
al vientre, procrean, crean vida en mí…
Mariposas de
jade, como sus incandescentes pupilas, las que de tanta vida se desbordan…
Veo las nubes
rojizas, frágiles e inalcanzables, me traen el recuerdo de que tan harto estoy
de no tenerla…
De que sea
como una nube que se aleja a otro cielo incierto donde otro hombre vuele en su
avioneta sobre su mejilla,
Y cuanto la
amo…
Eso es lo
que me desmorona…
Pero hasta
el día que ya no llore el cielo sobres la triste tierra marchita…
Que el sol
no brille y las abejas no le hagan el amor a la primavera, hasta ese día apocalíptico,
Hasta ese día
no dejare de amarla
Que tan harto
estoy de amarla…
Y aun así…
Es lo mejor
que he experimentado con mis incapaces sentidos…
Es el dolor
que marca la pauta entre cada latido…
Es ese fuego
atroz en el que se forja mi alma...
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