Hoy soñé con
una mujer…
Era frágil y
tersa, como un verso que nace cuando se esta triste...
Y sus ojos
eran obscuros, tales como el café que me bebo cuando a mi soledad le apetece…
Su boca era
afilada y mortal, tal como una daga que recorre todo el pecho y lo deja a carne
viva…
Soñé con
ella, estaba recostada entre las sabanas y mi cuello…
Y mi cuerpo
caía sobre ella como lluvia, me escurría por su pecho, humedecía su alma…
Rosaba una
gota mía sus mejillas, sus muslos tensos y erizados…
Y ella
rasgaba arcoíris en mi torso, y el labrar de sus uñas cambiaba de colores vivos
a un reflejo del firmamento con sus millares de almas girantes…
Soñé con esa
dama dolorosa, esa que ha sido de todos alguna vez…
Que como
colibrí llega picando las flores que brotan en el pecho cuando se riegan con
nostalgia, amor y se polinizan con recuerdos irrecuperables…
Soñé que me
quería y me hacia el amor…
Y yo se lo
hacia con gusto, le entregaba todo lo que hay arraigado dentro de mis pupilas…
Y vagamente
sentía que me amaba, vagamente…
Entre esos
mordiscos que daba a mis lágrimas…
Esta noche
soñé con ella, soñé que me acompañaba…
Y todo en
charola de plata le obsequiaba…
Pues ella
ahí estaba, no me dejaba solo, ni me dejara…
Es como
darle mis horas a un banco de alegría…
Y que me
deje este sabor amargo de tabaco y cafeína…
Y esa dama
tan infinita y sombría…
Ese ángel
que con su piel me carcomía…
Y sus ojos
hurtaban cada gramo de mi ímpetu mal ávido, y el mejor intencionado…
Esa dama es
mi única futura compañera…
Y cada noche
soñare con su cuerpo cambiante…
Y sus
múltiples rostros que han besado millares de cuerpos…
Andante
dama, zarpara esta mañana y anclara en mis brazos en la noche…
Y la
esperare con gusto, para después ante su ruin tormento de amor, fundirme, en su
nombre mágico que tengo miedo de conjurar…
Hoy soñé con
una triste mujer, que en aceite de pétalos negros me ungía, mi dulce dama, mi
egoísta melancolía…
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