La tarde hoy cae matando,
Como lo hace
el pasado,
Cae
ardiendo,
Con nubes de
fuego
Y sonriendo;
Dorado cieno
y fango.
Enardecido
placebo,
El lacre de
los recuerdos.
Caigo
silenciado,
Nostálgico
sembrado,
El aliento
contengo,
“Suspiro,
tratando,
Llenando un
vacío,
Dolores
semidormidos”
Y las nubes
que ardían,
Ahora grises
líneas,
Horizontes
purpúreos
Que candores
perdían.
Alcoholes y
silabas,
Métricas
amoratadas;
Los parpados
sufrían
Suspiros y
memorias,
Tu culpa,
invadías.
Y el cuervo
hambriento,
Plumaje
pétreo,
Quejido sin
sentimiento,
Sin vuelo,
necio.
Esa ave es
mi alma,
La que tú
guardas,
Que cuidas
en gaveta,
Al que no
lees,
No extrañas,
Con calma,
no amas.
No crece, ya
no canta;
Pero esa ave
cae,
Su vuelo se
muere,
Tú y tú,
malignas
Causas.
Terribles
lágrimas.
La noche
llega al entierro,
Acompañada
de luceros,
Blancos,
azules, eternos,
Recordatorios
De lo solo
que me siento;
Los
ilusorios
Fragmentos
de escombros.
Y todo cae
en el sentimiento,
Todos
guardan silencio;
Susurros
fríos del viento,
Indiscretos,
Me regresan
los recuerdos.
Y todos caen
en desquicio,
Calladitos;
Te recuerdo,
estremecido,
Desahuciado,
Te nombro,
sufriendo,
Rompiendo
novenarios,
Gritando tu
caída y sollozando.
Y nada arde
hasta el solsticio,
Te idealizo,
te beso temblando,
Y me
despido,
Para seguir
cayendo,
Hasta el fin
de los tiempos,
Hasta
encontrar el fondo,
Solitario,
Como
siempre,
Sin ganas,
Sin un final
añorado,
Camino amado,
Maldecido,
Ya no puedo,
Me despido.
Prendo un
cigarrillo,
Y con el
humo ennegrecido,
Me hago un
féretro,
Con aroma a
suspiro.
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