«El auténtico escritor no se dedica a modular cosas bonitas para los lectores, sino únicamente debe aclararse a sí mismo e interpretar mediante la magia de la palabra su propio ser y sus vivencias, resulte bonito o feo, bueno o malo».


Hermann Hesse

domingo, 5 de agosto de 2012

Asilo Magdalenas....



Hoy antes de dormir le preguntaba a Dante,
¿A donde van las almas de quien pierde a su ser amado, las mujeres que pierden a su alma gemela por culpa de sus errores, las mujeres penitentes y arrepentidas?

El contesta sin respuesta y me dice que duerma, que es algo que ningún mortal sabe ni debería saber…
Pero al cerrar los ojos en lugar de ir al reino de los sueños llegue a otro lugar…
Un edificio enorme entre un jardín grisáceo y fúnebre…
Y una sombra me escolta hasta dentro del lugar…

Encuentro en un cuarto reunidas muchas almas…
Un centenar de mujeres atormentadas…
Todas caminan de aquí para haya, como buscando algo que no han de encontrar…
Díganme hermosas damas mías, ¿Qué buscan sus ojos sin vida?

Y después escucho a una cantar…
Y su canto es de doliente y arrepentimiento…
Un canto cruel que me relata el por que de su triste destino…

Yo que tanto lo ame, tanto que no pude contener,
Tantas veces lo ame bajo las sabanas y sobre las nubes…
Y todo para obligarlo a irse, obligarlo con mi soberbia…
Tan buen hombre era el y tan nobles sus caricias,
Y yo le exigía lo único que no me podía dar pensando que todo lo que poseía yo lo debía tomar…
Se me olvido que yo debía de darle lo que soy…
Se me olvido lo que significa el amor….

 Y me encontraba caminado y escuchaba como los espectros grises que cuidaban las puertas decían en coro:
¡Oh! pobres damas, pobres mujeres que se retuercen en la nada…
Pobres magdalenas del amor, ahora pagan su trágico error…

Y yo las veía y comprendía que cada una pagaba el perder a su alma gemela,
Y que todas le perdieron por obra de su propia mano…
En eso una joven hermosa me toma del brazo…

O noble joven míreme, ¿acaso no soy la mas hermosa?
Dígamelo por favor, dígame que soy la diosa de todas estas horribles almas…
Que mi amado siempre me lo decía y con esas palabras alimentaba la luz en mi ser…
Diga noble caballero, ¿acaso no soy la mas hermosa?
Dígamelo y le con gusto me le entrego, le hare el amor pero solo dígame eso…
A tantos me le he entregado solo por esas palabras, aunque perdí a mi noble amado…
Solo dígalo y ahora lo será usted, dígame que tan hermosa soy…

Una sombra llego y la arrebato de mi lado y la llevo hasta donde mi vista no alcanzo…
 Sentía pena por tal mujer, que aun seguía con su castigo de desear consagrar su belleza en la boca de cualquier hombre, en las caricias carcomidas de ser infiel…

En eso encuentro a otra sentada en un rincón con un lirio entre manos y mirándolo entonaba estas palabras:

Dulce flor, por que yo no pude decidir,
Por que opte por el que dirán antes que por lo que dicto mi corazón…
A el que tanto ame, al que con su simpleza y humildad me sabía amar con el corazón a manos llenas…
Por que el que no pude decidir, cada lirio que dejaba en mi ventana por las noches, iguales a donde lo bese por primera y ultima vez, cada lirio he de buscar haber si encuentro en ellos un beso libre del que dirán…

Sentía el dolor de estas mujeres y entre tanto lamento y dolor se escuchaba el coro fúnebre de penitencia…

¡Oh! pobres damas, pobres mujeres que se retuercen en la nada…
Pobres magdalenas del amor, ahora pagan su trágico error…
¡Oh! pobres damas, pobres mujeres que se retuercen en la nada…
Pobres magdalenas del amor, ahora pagan su trágico error…

Y en ese asilo donde las magdalenas sufren encontré a una mujer que repetía:
Este es el infierno, seguro este es el infierno…
Pues me quema el no tenerlo a mi lado, pero no sabia que lo amaba hasta que sentí este hades quemarme las alas…
El era el cielo y el edén, el era el sexo y el por que…
El era un rey y yo la dama que se enredaba desnuda entre sus latidos…
Pero el pensarlo lejos era un infierno, el pensar que otra se bañara en su pecho y nadara en sus labios, pensaba que eso era el infierno…
con rabia y celo le pagaba a sus sentimientos...
Y ahora duermo en este infierno, donde el ya no esta, y jamás volverá a darme lo que me dio tanto tiempo…

Y mientras me alejaba poco a poco de estas dolientes mujeres seguía escuchando ese coro triste
¡Oh! pobres damas, pobres mujeres que se retuercen en la nada…
Pobres magdalenas del amor, ahora pagan su trágico error…
¡Oh! pobres damas, pobres mujeres que se retuercen en la nada…
Pobres magdalenas del amor, ahora pagan su trágico error…

Al irme de ahí comprendí por que nadie debía de conocer ese trágico destino...
por el simple echo de que ese infierno, es una cruel mezcla de soledad y olvido...

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