Poco apoco
me vuelvo misántropo,
No hallo
sentido
a todos los
esquemas
que
conforman lo “humano”
En el
trabajo diario,
donde ocho
horas perdidas,
me formulan
mil ideas,
pensamientos
donde desvarío.
Miedo a lo
que pienso,
Asco a los
caminos.
Herido por
ser excluido,
Por mi
propia mano,
Por mi mente
de vidrio,
Esa salvaje
que no doméstico.
Y miro los
rostros,
Me pregunto
cómo carajos
cómo llegue
a esto,
resonando
molesto,
entre
pensamientos infestos.
Asco de ver
los autos,
De ver que
pusilánimes se dan la mano,
Saludan con
un abrazo falso,
Y se
enmascaran serios
Su alma que
muere en llanto.
Como frustra
profundizar tanto en mis pensamientos,
El cómo se devalúa
los “te quiero”
¿soy el
único que percibe vívidos los sentimientos?
Se vuelven
maquinas,
Solo simples
ovejas,
Colapsando
con los lobos del tiempo,
Ovejas
mordidas por un mísero sueldo.
Me parte el
alma los “buenos días”.
Me castra la
falta de sinceridad.
Me carcome
el procrear de mentiras,
El intelecto
de lastre en sociedad.
No hay
doctrinas para lo que pienso.
Hay espejos,
susurros o ecos,
Estrellas y
días muertos.
Solo hay
eso.
Tal vez no
he encontrado a alguien,
Que salve el
arca en la que naufrago,
Ese navío
perdido en el mar del delirio,
Y que
impacta la soledad con oleajes.
Necesito a
alguien que me tome de la mano,
Que me
recuerde el “por qué” de lo humano,
Que me
recuerde que somos almas y sentires,
Y que no soy
un signo de interrogación,
Entre puntos
suspensivos…
Entre las
sonrisas vanas
que en
silencio atisbo
Y ramas
genealógicas,
Que pierden
la lógica,
El
pensamiento critico
o el
delicioso misticismo.
Temo del día
en que despierte y ya no sea un hombre,
Que no
comprenda lo que es una orden,
Salvajes o
cruces peatonales;
el día que
los libros a interrogantes tornen.
O los
sentimientos solo conceptos enfermos,
Que no
aplican en la rutina que me imponen.
Me pierdo en
el asco y lo inconforme,
En ver
personas muriendo
Sin
acariciar la vida de una idea sublime,
¿sabrán por
qué están respirando?
No creo que
sepan ni por qué se duerme.
Temo por la
llegada de aquel día
En que los
animales en coro se rían,
Por vernos
amargosamente viviendo,
Como hojas
secas que se lleva el viento.
Después,
¿dónde acabaremos?
Perdiendo el
infinito y único sentido
De
comprender los motivos
Por el cual
las neuronas han crecido,
Y los
impulsos vivos,
Sean
susurros perdidos.
Ecos, ecos
distantes,
Entre los
confines de los andes,
O lo que mi
bolígrafo día a día sangre.
Muriendo lo
que hay en mi de hombre
al paso de
las tintas,
Ocultando al
humanista,
Crucificado
entre líneas.
Que miedo,
Que
tristeza,
Saberme
muriendo,
Y terminar
siendo,
La flaqueza,
Del
raciocinio,
De una raza,
De lo
humano,
Que poco a
poco,
Se vuelve
mierda.
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