Me encuentro
como tantas veces,
Recostado sobre
las frías sabanas,
Con el sabor
a café de las mañanas,
Y saltando
exaltado como los peces.
Siento el
frío de estar rodeado de gente,
Y estar
escarchado,
Sumamente desolado;
y mi seño se
frunce, me dobla la frente.
Y estoy aquí
nuevamente,
Como el que sonríe
con miedo,
Con los
dolores de tono diurno.
Iracundo,
así simplemente.
Como un anticuado
animal demente,
Que trota
sobre su propio eje,
Con el
destino de ser un hereje,
Bostezo, tal
vez pronto por fin despierte.
Alado y con
remordimientos,
Encadenado al
suelo,
Sin poder
alzar el vuelo.
¿Qué me queda
sino los sueños?
Entre dormido
y marchito,
Marcho con
los desvalidos,
Por mi elección
sin motivos.
¿Será que
estoy maldito?
Y se torna
un ártico mi pecho,
Con flores
negras que crecen sin sol,
Y con
mariposas que emanan alcohol;
No hay calor
en este frío lecho.
Sufro,
aunque no me quejo.
Sólo me excuso,
Por mí
mermado desempeño;
Pero no
lamento.
La noche se
esconde de nuevo,
Tras un
amanecer nublado cual calvario,
Asedian los hambrientos
cuervos,
Gritando,
surcando esta alma de cementerio.
Soy un
triste cantor de los sentimientos,
Pero no
siempre es este mi canto,
A veces soy
feliz como lo son los niños;
Pero, a
veces, no lo soy tanto.
Hoy es un día
propio de melancolía,
Se siente en
el viento,
En mi cama,
en mi alcoba sola y fría.
¿Cuál es mi sufrimiento?
Ninguno, no
hay dolor amada mía,
Es solo que
la mañana se ve muy vacía.
Como si no
hubieras despertado todavía.
Y yo
somnoliento, me hundo en la ironía.
Oh amada
lejana,
No quisiera que
me vieras así
Sin sol que emana.
No me parezco
en nada a ti.
La mañana está
muy raída,
No tiene el
color de tus pupilas,
Así no me
gusta para nada.
Así, ¿Cómo sonreírle
a las mañanas?
¿Aun no has
despertado? No todavía,
Como mi
esperanza que duerme complacida.
Poco a poco
las dos se me extravían.
Y yo solo
despierto, con el alma desganada.
Con esos
sentimientos,
Que se
quedaron perdidos,
En alguno de
esos sueños,
Que sólo
vivimos dormidos.
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