«El auténtico escritor no se dedica a modular cosas bonitas para los lectores, sino únicamente debe aclararse a sí mismo e interpretar mediante la magia de la palabra su propio ser y sus vivencias, resulte bonito o feo, bueno o malo».


Hermann Hesse

miércoles, 27 de marzo de 2013

A veces tengo miedo...




A veces tengo miedo mi amor,
En noches que las aves se esconden en las enramadas y los fríos arboles,
Siento que la piel se me eriza y que todo es gris, y no tengo mas colores.
Y me pierdo en tus recuerdos,
Me siento frío, como muerto, sin calor y repleto de dolores.

Y recuerdo tus labios rojos, o tus blancos pechos.
Y me hundo en tu cabello y su aroma eterno,
O siento como las notas de un viejo chelo
me toman como esclavo y me crucifican en tu ausencia.
Todo es trivial, nada comprendo, carece de complacencia.

¡Y te encuentro bañada en rojo!
Vestida de demonio y ángeles cautivos.
Te veo de la mano con un dichoso,
O te siento distante, entre otros mundos.
Y no encuentro la vida de tu compañía,
Ni siquiera los suculentos despojos.
Todo es una comedia mal escrita, simple ironía.

Hay días en los que tengo  miedo,
De no encontrarte en el punto y coma de mis poesías,
De perder algún día tu tristeza, o las simples rabietillas.
Y muero en el terror, me escondo bajo las sabanas.
Lloro como niño pequeño a falta del seno materno,
Y soy un simple lacayo de las ausencias y no del tiempo.
Cada vez temo más no encontrar el beso tierno,
El cigarrillo acompañado de tus historias,
O la simple satisfacción de un pasto, y el huir de las horas.

Ven, te lo ruego, tiñe el gris de rojo,
Y has que el único color negro sea de tu cabello,
Quita a los espectros escondidos en el ropero.
Sin ti, siempre de sombras esta lleno,
Y me miran riendo, yo temeroso,
Débilmente, los observo de reojo.

Las pesadillas las vivo,
Los sueños son solo corazones rotos,
No cuando los sueño, pero cuando despierto,
Ahí, ahí comienza la pesadilla.
Hallarme solo de nuevo,
Con ropas tan frías como las noches marchitas.
¡Con el romper de las olas que gritan tu nombre!
¡El crepúsculo que me apuñala con todas tus palabras!
¿Estoy llorando? Que no te asombre,
Continuamente lloro,
¿Será por que espero que las lagrimes me borden en las mejillas tu beso?
Tal vez sea por eso, o por que las fuerzas me faltan, y soy solo eso,
Un miedoso, un simple baúl de lágrimas, de historias que invento.

Perdóname amor,
Pero tengo miedo.
Se me quiebra la voz cuando hablo con los demás,
A veces cuando escribo, casi me rompo también los dedos,
Por que cada letra es un sollozo de mi humanidad,
Que pide tu cercanía, ¡pide cada vez más!
¡Grita, golpea, y no lo puedo parar!
Y comprendo que te amo, y que mientas mas lo hago,
 Te alejaras  mas y mas, ¡Mas y mas!
no hay bolígrafo que sangre tanto por ti como lo hace mi retina,
Y no hay momentos en la vida que tengan tanta melancolía,
Como mi pasión prohibida.

¿Qué si por que lloro aun?
Es simple, tengo miedo a tu vida,
No a la mía, pero temo por que tu mueras,
Que sufras, goces o te sientas vacía.
No hay dolor más grande que estar solo, y saberte a solas,
Y que en nuestra soledad, aun así no me ames, ni por cortesía.
O que no recuerdes ni la mitad de las cosas que ahora en el armario se esconden.
O simplemente,
Que yo siga escribiendo,
Y que este poema nunca termine, por siempre se extienda,
Y que tú no lo leas, o que lo hagas y no sientas mas que pena.
Eso me da miedo,
Saberte viva o muerta,
Y yo eterno poema, con este amor viajando en los tiempos.
Y que nunca los sientas,
¿Qué cruel suena la eternidad sin tu voz, no lo crees amiga?
Así es fácil tener miedo,
Así, es fácil llorar de agonía.

Nadie escoge ser poeta



Nadie escoge ser poeta,
Así como la rosa no escoge su color,
Nadie escoge su alma o su fulgor;
Sencillo es darse cuenta.

Me paro frente al espejo,
Y veo al universo en traje de hombre,
Y veo como este se observa,
Lo miro rendido, cicatrizado,
Esta ahí, con sus problemas, con hambre,
Lleno de mundos dentro el calzado.
Y sus ojos son el vacio, se desintegra.

Y miro la luna y pide verso, pide cuentos,
Me siento en el suelo, y siento hormigas subir por mis dedos,
Camino con el viento tomándome sutilmente de las manos,
Y encuentro noches, encuentro muertos,
Y veo universos encerrados en humanos cuerpos,
Tomo a cada uno como mío, me los unto como ungüentos.
Son solo galaxias temiendo el paso de los tiempos,
Son solo tristes infinitos tornándose lentamente en perecederos.

Nadie escoge ser un poeta,
Ni yo mismo pude elegir esta vida de penares y cosas tiernas,
Si hubiese podido preferiría ser banquero, abogado, simplezas,
Pero nadie escoge, ni los profetas.

La vida de un poeta es un estar en contacto con los sentidos,
Y no poder ver la vida sobria u ordinaria,
Es estar condenado a encontrar un soneto en los perros,
Y no un sirviente que traga los diarios o ensucie los pastos.
Si pudiera erigiría ser un perro, si pudiera.
Y ser un simple siervo de los destinos,
Traer el diario sin leerlo sin reflexiones  o pensamientos.
Ser solo un instinto y no un manojo de pensamientos,
 Enmarañados, en los segundos del día a día enredados.

Pero nadie escoge ser un poeta,
O ser un filósofo que con la vida se haga preguntas inciertas,
O un artista que pinte en el mundo a sus demonios y musas.
Nadie escoge este oficio, ni la partera.

Todos somos hojas que se llevan los vientos,
Aunque somos universos,
Somos vidas con espectros ligeros,
Como las palabras, tan livianos como cientos.
No me mal interpretes, amo mis templos,
Amos mis amantes y las noches de amigos,
Amo las rosas, el pasto fresco y hasta los niños;
Pero no escogí ser poeta,
Esta vida me nació del pecho,
Me salió a borbotones,
Me escupió de los dedos,
Corrió de mi alma como trenes.
Pero yo no lo escogí.

Pues nadie escoge ser poeta,
Ni los más audaces, ni Neruda ni Storni,
Ni Becquer, Whitman o Bukowski,
Fueron obligados por la naturaleza.

Aunque juntos forjamos parejas,
Damos alas a los amantes y solitarias mujeres,
Damos asilo a los tristes y a los locos placeres,
Y  para las flores de esposas, nosotros somos abejas.
Pero no por elección propia,
Solo por ser extrañas personas,
Por ser la pasión a viento en popa,
Somos músicos del alma y solistas.
Pero no por que se nos antoje,
Sino solo por que es nuestra fecunda manera,
De mirarnos al espejo y no ver solo una persona,
Es el modo de ver palabras, sentimientos y prosa,
Y aunque todos tememos convertirnos en simple quimera,
Somos un galáctico germen que se propaga de costa a costa,
Entre países e idiomas, entre gente rica o pobres sin ropa.
Entre amantes y libertinos, entre los desterrados y cautivos.
Somos los productores de esperma y matrices,
Somos las noches nostálgicas y los días febriles.

Pero no escogimos serlo,
Como tu no escogiste el color de tus ojos,
O como seria la pareja que te amo sin complejos,
O la pasión misma, que brota con sus besos.
Nosotros no escogimos esto,
Pero eso somos, eso seremos.
O por lo menos, yo deseo morir siéndolo.

jueves, 21 de marzo de 2013

La muerte en tus labios




Dame una razón para no enloquecer,
Te lo suplico mi amor,
Detenme por favor,
La noche es tan turbia, creo perecer.

Desde que tu piel de ángel se quedó en el recuerdo,
Desde que quedaste frágil en ese sendero,
Con tu hermoso color de sangre y miedo,
Desde entonces sufro, sufro y muero.

La vida no sabe igual,
Se siente tan corrompida,
Como si faltara tu risa,
Tu caminar angelical.

Extraño tus demonios,
Tus cambios y manías,
Todo lo que teníamos,
Poco, pero en ti lo tenías.

No sé cómo paso que un universo se cruzó entre nosotros.
Aun no descubro como nos perdimos el uno al otro
Pero sé que la nostalgia tiene tu nombre,
Y las olas del mar en las noches crean tu rostro.
Mira, ahí en el horizonte, estás tú con el sol que se esconde.
Me pierdo mi delicioso sueño, me pierdo en cuentos.

Ya no te descubro en mis sonrisas de anhelos,
Solo te veo en recuerdos,
En vagos rincones recubiertos de hielo.

Te amo, no lo niego;
Aun te deseo, y lo seguiré haciendo hasta el fin de los tiempos.
Aunque mi alma se entume, y entra en coma sus sentimientos,
Aun te doy mi amor ciego.

No sé cómo lo lograre,
Pero sé que una parte de mi ha muerto,
Y no revivirá, hasta abrazarte de nuevo.
No encuentro tu olvido, ¿moriré?

¡No lo sé! ¡No sé nada ya!
Que quiere el destino de mí,
No te quita de mi vida pero tampoco te regresa a mis manos,
No sé porque no puedo estar un segundo, un instante en tus labios.
Puede que este escrito de ante mano, mi soledad,
Tu vida y la mía por siempre alejados,
Aunque juntos, pero siempre con una barrera de hermanos.
No sé lo que pasa,
En algún sendero obscuro me perdí.


Mi frágil diábolo con rostro de ángel y rojas garras,
Rompe mi alma, destrózala con tu mirada,
Hazla sangrar, bébetela;
Mil veces prefiero que la consumas a que lejos de ti vague en penumbras.
Deseo mil veces que arda por el fuego que hay en tu sonrisa,
A que se congele por la esteparia falta de tu aroma, de tu compañía.
Mátame amor, ante tu mirada entre líneas.
Mátame.

No quiero volver a ver un ocaso si no estás en el volando,
Tiñéndolo de rojo, de tu color mágico,
Altivo y profano,
Así te quiero, volando.
Rompiendo las nubes y el cielo estrellado de mí pecho.
Y que llenes de nubarrones los días soleados,
Llores dentro de mí,
Y bañes mis entrañas a placer.

Mátame, te lo ruego.
Pero que sea por tus manos.
Con tus finos dedos blancos, tómame,
Estrangula el alma del gorrión herido,
Muéstrale lo hermoso y perdido.
Dale la muerte añorada, la muerte por fin amándote.
Amándote, amiga extraviada en el fuego.
Rescátame, hiriéndome,
Descuartizando las páginas de mi ser,
Saciando por fin en tu cuello mí sed.
Y no renazcamos,
Ciérneme por fin, sálvame,
A mí y a mis demonios alados.
Danos la muerte, la muerte en tus labios.

Solo tu muerte cada día




Me encuentro las páginas de los pliegues de mi alma,
Enterrados entre las espinas de un rosal,
Y la luna como espejo del remordimiento,
Y cuando leo, me siento desgarrado, pero en calma.

No encuentro la razón de ser, pero soy.
Y aunque no es suficiente, puedo decirlo,
Soy un hombre, un animal y diábolo.
Y ahora que tu estas, te lo cuento hoy.

No me digas que no te interesa el crujir de los labios,
Lo puedo descifrar en tu mirada tardía,
Estas divagando en mis palabras, perdida,
Sé que aguantas batalla, aunque los golpes son bajos.

Tomemos esta botella de vino llamado vida,
Tomemos esa copa maldita y embriaguemos la paciencia,
Y forniquemos con su boca, acariciemos las esquirlas,
Esta noche no se me cohíba,  mañana no sé si tome partida.
Amárrate a mis parpados, tambaléate ebria de vida en mis establos,
Subamos juntos a las nubes viajeras de poniente,
Y terminemos en el orgasmo mágico de despertar a un nuevo día.
Vamos, hoy despierto moribundo, no quiero ser paciente.

Corrompamos a esos devotos entre las cienes,
Descubramos nosotros el “no lo debo hacer”
Vamos, tomemos de ese elixir, a placer;
No quieras vestirme de miedo, cual tú no conoces.

¡Viajemos una noche más!
Desgarremos las bragas de un ángel caído llamado pudor,
Y callemos al social lamento de penar,
De conciencia de mierda regional,
Muerde este fruto que brota en el tallo de mi cuello,
Y sonríeme cuando me escurro entre tu cabello,
Para sorprender a las abejas de tu panal,
Y traerles la primavera con solo rosar.
Tomemos las estrellas carcomidas, tal cual,
Así como nuestros sueños desgastados por fervor,
¡Por la fricción de nuestras almas!

Dame un montón de bocados del pan sagrado de tu cuerpo,
Y el vino de eso que matamos con cada segundo;
Seamos deidades corrompidas por lo oportuno,
Y destrocémonos al navegar en este barco que ya zarpo.

Y por último, déjame tomarte de tu mano,
Mostrarte este sendero interminable,
Y decirte una cosa, dulce pecado humano,
Sin tu deleite, todo es gris, soy miserable.

Tomemos un segundo,
Un respiro y mirémonos;
quédate, besémonos,
sintamos el viento callado.

Y después de esto mírame como si hubiese muerto.
Porque lo he hecho, me renuevo.
Con tus alas que rompen mi huevo,
Siempre rompo el cascaron y me vuelvo incierto.

Solo tú, solo tu converges el universo,
Solo tú me atas al estupor de beber más,
De sonreír mas, de curarme en tus camas.
Solo tu muerte con cada día, solo eso.

sábado, 16 de marzo de 2013

Todo menos mis pies




Lamento decirte esto mi amor,
Pero mis pies no saben bailar;
Lo he intentado a todo ritmo,
Pero ellos nomas no quieren cooperar.

Y yo que tanto muero por tomarte de la cintura,
Mis dedos acariciando el escote en tu espalda,
Mis pies flotando como lo hacen con cada mirada,
Y olvidarse de lo pasado, el presente o vida futura.

Perdón amor, pero no sé bailar,
Aunque mi alma danza cada que te acercas a mi pupila,
Y mis pasiones se mesclan con la melodía de tu risa;
Hoy me apeno, pues no sé danzar.

Pero descuida mi cielo,
Querida princesa de los castillos que escribo en papel,
Mi diosa cautiva en el miedo al trono perder,
¡Aquí te tengo un par de labios que danzan muy bien!
Ellos no empalidecen, no flaquean, no temen crecer,
Te los entrego, baila con ellos, pues ambos te son fiel.
Danzarán sobre ti, de talón a cabello.

Perdóneme hermosa musa,
Pero sólo mis manos danzan bien,
Entre tus manos y pantorrillas,
Entre tu cuello y cabellera.
Sólo ellos se saben mover,
Pero mis pies, esos idiotas no lo saben hacer.

Disculpe mi raído calzado,
Y mis movimientos torpes cuando intento darle un tango.
Pero mi alma muere por la pista con la suya recorrer,
desnudarle con movimientos dóciles, desprenderla de su piel.
Y mis labios, manos y alma danzaran para usted;
De esperar se han cansado.

Deje el asiento, con esta disculpa,
Tome a estos humildes bailarines,
Y deles una noche entre melodías,
Entre esos ritmos que hacen su caminar y su risa,
Sus latidos y sus manías,
Todas esas dulces canciones,
Que tiñen los días con una fantástica armonía.

Perdóneme oh mi dulce ángel,
Pero mis pies izquierdos ambos son;
aunque mis manos le escribirán un millar de páginas en el cielo,
Y con ellas usted podrá moverse con su dulce paso de ensueño,
Tome lo que quiera como compañero,
Mis dedos, mi corazón vencido a usted,
Todo tómelo, todo le quiero ofrecer.

Perdóneme, amor, dispénseme otra vez,
Pero mis pies no la podrán complacer,
Sólo una vida entera, todo lo que soy,
Sólo todo eso le puedo ofrecer,
Todo, todo menos mis pies.


sábado, 2 de marzo de 2013

Me apetece nombrarte como mi despertar...




Me apetece nombrarte como mi despertar,
Como el sol que me sale del pecho,
Como horizonte crepuscular,
Como un ave madrugador al despertar.

Y me apetece tu mirada para con ella despertar,
Para beber del color de tu mirar,
Para hoy encontrarme despierto,
Y no tener que buscar entre las horas algún pretexto.

Y ahora me parece que te llamare soledad,
Pues ciento que tu sonrisa esta perdida,
Extraviada entre esta inmensa ciudad,
Y no se por que si me tienes aquí, en complicidad.

Pero no tengo palabras,
No tengo una sola respuesta a tus preguntas,
Solo se que despierto y eres la sonrisa y las frutas,
Y que me envuelves en el deseo de levantarme,
De despegar el vuelo como un cuervo que a gorrión se convierte.
Y te encuentro ahí, con tu nuevo nombre desolador,
Y me siento a tu lado, me impregno en tu aroma,
Me visto con tu risa y no encuentro la hora,
No encuentro el momento para pedirte tus besos,
Para meterme en tus sueños y arar las tierras que han dejado infértiles,
Y decirte que me mueves, desde el alma hasta mis bellos,
Y tomarte de la cintura y darte vueltas entre las estrellas.

No encuentro el momento,
Aunque me apetece decirme tu ciervo,
Y se me antoja mostrarme imperfecto,
A ver si así me regalas un poco de eso,
Que te hace tan exquisita y radical,
Como un drama y un rosal,
Así, sencillamente compleja,
Tan imperfectamente selecta.

Y se me antoja una última cosa,
Nombrarnos extraños,
Para así algún día,
Danzar en tus labios,
 mecerme en tus cabellos,
y mis dedos poco a poco,
Suban desde tu mano hasta tus miedos;
Simplemente para darte lo que no comprendes,
todo eso que alguna vez, creíste conocer por entero.

Pero recuerda algo mi deliciosa mujer de soneto,
Aun no somos viejos, y mucho menos hemos muerto,
Solo somos un segmento en el crecer del pasto,
Y en la vida que hay entre nuestros pasos.
Tenemos todo en un suspiro,
O por lo menos,
Se me antoja que sea cierto.